“Desde antes de graduarme del colegio soñaba con crear una empresa. Sabía que no era una tarea fácil, pero sentía que era una misión en mi vida. Siempre tuve iniciativa para hacer las cosas y para mí eso era innato, sin duda, es algo necesario para poder comenzar en el mundo comercial y empresarial”, cuenta Wilson Eduardo Calambaz.
Tiene 36 años y nació en Silvia, Cauca, donde hace parte de la comunidad indígena Misak; allí creció e hizo sus estudios de bachillerato. Al finalizar, prestó servicio militar durante tres años en un batallón de Popayán.
Regresó a su pueblo natal, allí consiguió trabajo en el área de seguridad de una institución de salud de su cabildo, pero al mismo tiempo, realizaba sus estudios como técnico de sistemas y programaciones, al obtener el título y -ante el potencial que veían en él- sus jefes lo ascendieron y se integró al departamento de facturación. Allí laboró por casi seis años.
En su tiempo libre Wilson siempre participaba de las diferentes actividades de la comunidad y -por esa entrega a su pueblo- en el 2010 fue nombrado secretario del cabildo de Guambía, allí brindó servicio comunitario durante un año. En el 2011, trabajó en otro proyecto en favor de su pueblo, iniciativa apoyada por USAID, en la que se asistía a familias vulnerables y de escasos recursos para la realización de huertas caseras e invernaderos, donde él hacía parte del equipo seguimiento con técnicos agropecuarios.
Al terminar el proyecto, tuvo una oportunidad laboral corta en Bogotá y eso lo motivó a regresar a Silvia, pero esta vez más decidido que nunca a formar su empresa. “Llegué a la comunidad, pero la tenía clara: no seguir siendo empleado, no deseaba depender de alguien y mi decisión era tener mi propio negocio y me mentalicé en ello”, narró Wilson.
Al estar tan integrado en su cultura Misak y ser una persona reconocida, en el 2018 lo nombran, nuevamente, secretario del cabildo de Guambía, pero esta vez en la zona del Tejar, cargo que ocupó otro año. Precisamente, en ese sector, al acabar ese servicio, algunas personas crearon una asociación de Ecoturismo y le extendieron la invitación para que les ayudara a la estructuración del proyecto, tarea que no dudo en aceptar con tal de aportar a su gente.
Al ver su buen desempeño, los fundadores le propusieron que fuera socio y aceptó. Se puso de llenó en hacer crecer el proyecto de ‘Ecoturismo Misak El Tejar’; aunque en el fondo persistía en él el instinto que lo llamaba a emprender.
“Empecé a dar ideas para El Tejar, pero seguía latente mi idea de ser empresario, de ayudar a mi comunidad, generar empleo y apoyar a las personas vulnerables. Me llamaron a un programa de formación en Empropaz por ser parte de la unidad de Ecoturismo, entonces asistí como líder del proyecto, pero al ir pasando los programas de formación pensé que era el momento de crear mi negocio. Debo decirlo, me dieron la valentía y las herramientas para lanzarme al ruedo empresarial, esa era la oportunidad que estaba esperando”, señaló el caucano.
A ello, Wilson sumó aseveró que siempre va a recordar el impulso que le dio Empropaz para tomar la decisión de iniciar su unidad productiva. “Otro de los factores importantes de la formación que me brindaron fue el manejo de las finanzas porque siempre hay que tener esa parte económica y administrativa muy organizada para triunfar, pero -sobre todo- me encantó que me explicaran que al ser una empresa familiar debo trabajar en equipo, con respeto y sin discriminación de ningún tipo con los otros miembros o con mi esposa, todos somos competentes para poder estar en una unidad productiva”, hizo hincapié el microempresario”.
Habló con su esposa y se pusieron la tarea de iniciar un proyecto propio, eso sí, Wilson no dejó sus labores en la iniciativa ecoturística. Al conocer muy bien a su comunidad, recordó que el cabildo tiene bastantes productos y artículos artesanales propios de su cultura, pero sabía que no se comercializaban de una buena manera y no recibían un precio justo por ellos, entonces para iniciar su empresa se enfocó en dar solución a esa problemática.
De esa manera, con su pareja y su familia también empezaron a tejer, además de comercializar sus artesanías propias también lo hacían con las de otros integrantes de los Misak, entonces con los recursos que iban obteniendo compraban más material. Como Wilson trabajaba paralelamente en el Ecoturismo El Tejar, allí era donde vendía los artículos, los cuales tuvieron una muy buena acogida. Por eso, contactó otras empresas turísticas con las que implementó la misma táctica y se aumentaron las ventas.
Al lograr un éxito con sus artículos, le propusieron que, para complementar la oferta turística de los lugares donde comercializaba, llevara a los viajeros por una ruta artesanal y -de esa manera- los turistas vieran cómo se hacen los procesos de los tejidos, elaboración de las artesanías y, además, para que entendieran la historia y esencia de este componente de los Misak, de esa manera se entendiera de dónde vienen los diseños, sus colores y el detrás de todo lo que significaba.
Esta estrategia tuvo una buena recepción por parte de los viajeros y decidieron construir una cabaña donde se mostraban los productos. “Así nació Expresiones Artes Misak, en este momento mi esposa, algunos familiares y hasta mi hija de 11 años, en su tiempo libre, son parte de la microempresa. Además, recibimos productos de los jóvenes del cabildo, mujeres en condición de vulnerabilidad o madres cabeza de familia, les ayudamos a comercializar, todo es de nuestra comunidad. Me encanta ayudar a los jóvenes que -a veces- no tienen rumbo y no quiero que pasen esa misma experiencia, que al acabar el bachillerato no se tiene claro el rumbo a seguir. De igual manera, es una forma de visibilizar nuestra cultura a toda Colombia y mantenerla”.

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