Lina Marcela Rosso Bolívar, oriunda del municipio de Necoclí en Antioquia, apenas cursaba grado 11 cuando quedó en embarazo.
Pese a este desafío que le había puesto la vida a tan temprana edad, ella decidió afrontarlo, pues sabía que sería capaz de sacar adelante a su pequeña con el apoyo de su compañero sentimental. Se graduó del colegio y, al mismo tiempo, nació su hija. Por ello, se fue a vivir con su pareja, se dedicó a ser ama de casa y durante cuatro años así transcurrió su vida.
De un momento a otro pensó que debía prepararse para ir más allá, para alcanzar nuevas metas y logros en su vida, pues deseaba aportar aún más en su hogar y, aunque ser mamá es una profesión de tiempo completo, Lina sentía que había espacio para aprender y tener un trabajo. Bajo esa idea, estudió una carrera técnica en enfermería. Logró graduarse, pero al pasar el tiempo quedó embarazada de su segunda hija, por lo cual tuvo que aplazar la idea de trabajar en su profesión. De todas maneras, era la madre más feliz del mundo por el hecho de contar con dos niñas y su esposo.
Sin embargo, la violencia y el conflicto armado que ha afectado a millones de colombianos tocó la puerta de la familia de Lina Marcela hace seis años, pues su esposo fue asesinado por un grupo al margen de la ley.
Ese duro golpe tuvo que asumirlo con prontitud; levantando cabeza, ocultando el dolor y mostrando mucha fortaleza antes sus dos hijas para continuar con su vida. Entonces, empezó a buscar trabajo como enfermera, gracias al técnico con el que contaba, y tuvo la oportunidad de encontrarlo en Tarazá, donde ejerció su profesión durante tres años.
Hace dos años y medio, aproximadamente, las cosas se complicaron para ella en Tarazá y quiso tomar un nuevo aire; empacó maletas y se estableció en Apartadó. Durante algún tiempo busco empleo como enfermera, pero no tuvo suerte en ello. No podía darse el lujo de seguir desempleada, la antioqueña sabía que debía moverse rápido para seguir pagando los estudios de sus hijas y cubrir los gastos del hogar. Así que, con algunos ahorros, invirtió en una tienda virtual (redes sociales) para vender camisetas y detalles de miscelánea para regalos.
“De esa manera fundé Bendita Gracia, el emprendimiento que tengo hace poco más de un año. Siempre quise trabajar, pero hasta hace algún tiempo no creí que fuera capaz de emprender. Mis hijas son mi motor y me impulsaron a lograrlo. Yo quiero que tengan estudio, comida y, sobre todo, muchas más oportunidades, esa es la razón principal de mi esfuerzo”, contó Lina Marcela.
Además, agregó que empezó por Facebook, pero al corto tiempo tuvo la oportunidad de abrir un local en el barrio Santa María, en el que pudo tener más artículos para la venta como detalles para regalos, peluches y accesorios, lo cual complementó con la realización de anchetas, globos en helio, tarjetas, desayunos sorpresa y arreglos florales.
Más formación, más éxito
Cuando recién empezaba a darle forma a su unidad productiva, un amigo le comentó que Empropaz estaba en la región, brindando formación a microempresarios y emprendedores, por lo cual se presentó al programa. Fue seleccionada y mezcló su tiempo entre ser madre, cabeza de hogar, emprendedora y estudiante.
“Tengo mucho que agradecer por lo que aprendí con Empropaz, fue de gran ayuda para implementar otras cosas en el negocio y hacerlo crecer. Entre lo que más me gustó fue el manejo de finanzas y redes sociales, sobre cómo mostrar mis productos. Todo lo que me explicaron para potenciar las redes sociales por medios de las aplicaciones fue un abrir de ojos, hasta me mostraron maneras más adecuadas de tomar fotos a los artículos para que se vieran llamativos”, contó Lina Marcela.
Hoy, esta emprendedora de 30 años sabe que su prioridad y mayor motivación son sus dos pequeñas de 8 y 12 años, pero su negocio Bendita Gracia se podría decir que se ha convertido en una especie de tercer, pues le da casi la misma atención y dedicación que a las niñas para que crezca y en un futuro pueda convertirse en un sostén de su familia.

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