La Universidad Externado de Colombia presentó este año un estudio sobre la situación laboral de la población venezolana en Colombia y según el informe, sus condiciones de trabajo son precarias: apenas el 25% tiene contrato, es decir, el 75% restante se ubican en la informalidad, alcanzando a tener jornadas de 50 horas o más por semana, cuando el promedio de los colombianos se ubica en 44 horas.
El panorama es complejo y eso lo tuvo que vivir Omar Pérez cuando arribó a Colombia en octubre de 2018. Él es un tachirense, quien durante 22 años trabajó en Protección Civil en Venezuela, labor que le permitió desarrollar experiencia en manejo de emergencias y desastres, al grado que llegó a ser parte de Naciones Unidas en el punto focal del Grupo Asesor Internacional de Operaciones de Búsqueda y Rescate (INSARAG), asistiendo en misión humanitaria a Nepal por el terremoto ocurrido en 2015.
A su carrera le agregó una licenciatura en gerencia y un tecnólogo en manejo de emergencias y desastres, además viajó a Japón para realizar una especialización en técnicas de rescate. Su vida profesional iba en ascenso, pero decidió emprender y aplicar todos esos conocimientos para crear una empresa de capacitaciones de seguridad industrial, rescate y protección ciudadana. Estaba feliz y amaba su labor, su microempresa empezaba a dar resultados, pero la situación de su país se puso crítica y con la crisis quedó desempleado.
Después de mucho meditarlo, decidió dejar a toda su familia compuesta de su padre, su madre y sus 5 hermanos. Tomó maletas y escogió Bogotá como destino para empezar prácticamente de cero, solo tenía la experiencia sumada en décadas de labores.
Rendirse nunca fue una opción
Sabía que le esperaba un camino difícil, apenas algunos conocidos o referencias de otros compatriotas le enseñaron la dinámica de la capital del país. En un primer intento por obtener ingresos, con un amigo prepararon yogurt griego, salían por a las calles a comercializarlo, pero no dio resultado y no conseguían ni para alimentarse ellos mismos. Tuvieron que dejar la idea de lado e iniciar nuevamente.
En ese momento se dedicó a caminar días enteros entregando hojas de vida, así pasaban las semanas y la situación se hacía difícil para Omar. “Al momento de tener la última hoja de vida conmigo, vi un negocio de artículos para camping, protección industrial y elementos para escalar. Me acerqué, hablé con el dueño y pudimos conversar durante varios minutos. Toda mi experiencia en rescate me daba conocimiento sobre las características que deben tener los artículos que allí se vendían: capacidad de peso, aguante y seguridad, hasta le hablé de materiales que tenía ahí para la producción. En ese momento se me abrió una nueva puerta en mi destino”, contó emocionado.
La oportunidad era trabajar en el área de confección. Por esas cosas del destino y de la vida, la empresa había recibido un proyecto de Naciones Unidas para la confección de kits (morral, cobija térmica y saco de dormir) destinados a migrantes venezolanos que caminan por las carreteras buscando lugares para establecerse. De esa forma Omar, no solo tenía un trabajo nuevo, sino que estaba ayudando a otros compatriotas.
Al terminar casi mil kits de este tipo, su jefe vio todo su potencial y decidió dejarlo en diferentes tareas que requería la tienda. Era tanta la capacidad que le notó que hasta lo animaba para que iniciara un negocio propio.
Un nuevo capítulo inició
Con el tiempo que ya llevaba en Colombia, Omar ahora tenía una pareja y se habían propuesto un proyecto de vida juntos. Una de sus primeras decisiones era guardar parte de sus ingresos para poder invertirlo en algún momento. Ya con dinero guardado, un día Omar vio una máquina en desuso en la tienda y preguntó si la podía comprar, aceptaron su propuesta y simplemente acordaron la manera de pago, sacó los ahorros y prometió saldar el monto en dos cuotas.
Y así empezó un nuevo emprendimiento con su esposa desde su casa; realizando confecciones para la tienda que le abrió las puertas y se convirtió en su satélite. De nuevo la vida le sonrió y ha podido cerrar diferentes contratos, por lo cual tuvo que comprar una segunda máquina fileteadora.
Conocimiento local
Como buen emprendedor y profesional, el tachirense sabía que debía seguir complementando sus estudios hechos fuera de Colombia como la licenciatura en gerencia. Empezó a indagar y encontró la oportunidad de ingresar a los programas de formación de Empropaz.
“Sabía que tenía que actualizarme en conocimientos sobre las empresas en Colombia y su funcionamiento en particular. Por medio de Empropaz he podido aprender sobre finanzas, gestión para emprender y el fortalecimiento de otras habilidades claves. Me gusta preguntar muchos sobre las normativas nacionales y para que el negocio no tenga problemas”, explicó Omar.
La vida le seguirá cambiando, durante este mes de diciembre está programado el nacimiento de su hijo, por lo que advierte que es una motivación doble para seguir en el fortalecimiento de su unidad productiva y para realizar todo el proceso de formación de Empropaz. A pesar de los desafíos que el 2020 ha dejado, él podrá terminarlo de la mejor manera, trajo a sus padres a Colombia y nacerá el nuevo integrante de la familia.

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