En 2018, más de 2.300.000 estudiantes se matricularon en las diferentes instituciones de educación superior existentes en Colombia, según reporta el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (IES), siendo las mujeres las más interesadas en mejorar su perfil y potenciar sus habilidades en la academia, teniendo en cuenta que conforman el 53% de los matriculados a nivel nacional.
Dentro de este grupo de colombianas se encuentra Alejandra María López, estudiante de séptimo semestre de Ingeniería Industrial, quien a sus 24 años ya ha mostrado un gran potencial para los negocios, con una innovadora idea que gracias a su talento y a los conocimientos que ha adquirido en Empropaz, ha podido consolidar.
Las aulas de clase: cuna de su idea de negocio
En el desarrollo de sus clases en la Universidad de Popayán transformó una idea en un negocio. “La idea era nosotros empezar a trabajar (…) desde mucho antes con el proyecto de la tesis” dice, mientras recuerda cómo en medio de la búsqueda de un enfoque para su trabajo, se encontró con su compañera Sandra Milena Valencia Cárdenas y descubrieron la amplia demanda que tienen en el mercado de hoy los productos naturales, además del alto nivel de residuos de chontaduro que son desaprovechados.
Sobre este fruto, de alta producción en el Valle del Cauca y de gran importancia en la cultura afrodescendiente, descubrieron que es rico en vitaminas y minerales, además de contar con un compuesto fenólico que protege contra los rayos UV.
Por otra parte, tras diferentes pruebas físicas y químicas en laboratorio, concluyeron que el aceite extraído de allí tendría excelentes usos cosméticos. Es decir, que podían aprovechar las más de 149 mil toneladas de cascara de chontaduro que actualmente se desperdician para crear un producto beneficioso para la piel y el cabello.
Un encuentro inesperado con una oportunidad de crecimiento
“Teniendo ya la base, pues empecemos a hacer productos de belleza” fue uno de los pensamientos que impulsó a esta joven habitante de Santander de Quilichao a asistir a una charla de Empropaz para exponer su idea allí.
Con la confianza de tener un proyecto previamente avalado por semilleros de investigación, tanto departamentales como nacionales, Alejandra tuvo su primer encuentro con el programa, en el cual entendió que realmente podía ser un emprendimiento de gran impacto a todo nivel.
“A parte de que podemos generar un impacto ambiental, también podemos generar un impacto social porque la idea es también nosotros montar empresa (…) ser fuente de empleo más que todo a las madres cabeza de hogar” afirma.
Un proceso de crecimiento personal y profesional a la distancia
Tras sus primeros meses dentro de Empropaz, Alejandra siente que esta experiencia ha cambiado su vida. “Tú estás en una universidad y cumples con presentar un proyecto de grado, que todo te salga bien (…) pero cuando ya empiezas a pensar de que esto puede servir para mucho más (…) uno hace lo que sea por mejorar, por tomar todo lo que tengas a tu alrededor que te sirva para nutrir y fortalecer el trabajo de emprendimiento”.
Y es que a pesar del distanciamiento social, se mantiene en aprendizaje continuo. Con América Sánchez Palomino, la Oficial de Desarrollo Productivo que acompaña su proceso, se ven por lo menos dos veces a la semana a través de videollamadas y también, participa en todas las reuniones grupales que se organizan virtualmente, siempre que el tiempo se lo permite.
Sobre Empropaz en línea, su herramienta aliada más importante por estos días, dice estar muy satisfecha tras haber culminado el tercer módulo de formación. “Muy buena porque son específicos (…) las evaluaciones que se hacen son concretas (…) los temas son fáciles de manejar por la forma como lo explican los módulos”. Actualmente aprende sobre costos, lo cual le ayuda en el avance de su proyecto.
Mirar el futuro con esperanza: el gran aprendizaje
“Conocimiento, emoción, alegría” es lo que dice le ha dejado el programa, pues, aunque su Universidad iba a donarle $3.000.000 para crear sus primeras muestras de producto, ella no pierde la esperanza en que su negocio despegará cuando la pandemia pase.
Mientras prepara un artículo para una revista a nivel nacional sobre su proyecto y cómo le ha ayudado Empropaz con el asesoramiento técnico, invita a los emprendedores del país a permanecer firmes en sus propósitos porque “nada es imposible desde que uno quiera y lo desee” y les aconseja “que aprovechen las herramientas que tienen al lado y no dejar de soñar (…) si uno sueña, todo se puede”.
Para conocer más experiencias y consejos de otros participantes del programa, visita nuestra sección “Historias”.